Reseña de "Salvoconductos hacia las primaveras" a cargo de Cesc Fortuny i Fabré
La poesía de Marian, desde prácticamente sus inicios, está repleta de figuras, imágenes, y sobretodo de metáforas que construyen a primera vista un imaginario bello, bello por lo precioso, así en el particular mundo de la autora; se deshoja la luz, las nubes tienen dirección, o se busca la temperatura de lo besos, por poner algunos ejemplos.
Pero hará mal el lector en detenerse en esta atmósfera de sublime belleza, y no captar el terrible dolor y el desasosiego que respira su trabajo.
La brutal humildad con que se presenta su voz poética tan solo es igualada por el sufrimiento y el desgaste que expresa. Hay pues, un desencanto, una derrota y un dolor, demoledores y terribles, que son asumidos con resignación, y expresados con una batería de imágenes de esa belleza absolutamente impresionante que ya he mencionado.
También hay espacio para lo social, aunque visto desde una perspectiva íntima y dolorosa, el dolor de la pérdida de los seres queridos, por enfermedad, por accidente, o por asesinato político. Un amplio panorama que engloba por desgracia a tantas personas. Es muy difícil no empatizar con sus textos, con sus tragedias, y con la, como ya he dicho antes, enormísima humildad de su voz poética.
Pero hará mal el lector en detenerse en esta atmósfera de sublime belleza, y no captar el terrible dolor y el desasosiego que respira su trabajo.
La brutal humildad con que se presenta su voz poética tan solo es igualada por el sufrimiento y el desgaste que expresa. Hay pues, un desencanto, una derrota y un dolor, demoledores y terribles, que son asumidos con resignación, y expresados con una batería de imágenes de esa belleza absolutamente impresionante que ya he mencionado.
También hay espacio para lo social, aunque visto desde una perspectiva íntima y dolorosa, el dolor de la pérdida de los seres queridos, por enfermedad, por accidente, o por asesinato político. Un amplio panorama que engloba por desgracia a tantas personas. Es muy difícil no empatizar con sus textos, con sus tragedias, y con la, como ya he dicho antes, enormísima humildad de su voz poética.
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