Poeta, traductora y directora de la revista cultural La Náusea.

dimecres, 23 de febrer del 2022

El género epistolar es también género de ausencias

 

 



Hoy en día, donde el tiempo escasea y la tecnología nos permite comunicarnos de forma rápida y eficaz, la conversación escrita se ha “encogido” convirtiéndose en meros mensajes de una o dos frases escritas probablemente con abreviaciones y poco más.


La estructura formal se ha reducido al mínimo en pro de la comunicación instantánea.


Sin embargo, el uso del discurso estructurado escrito, no ha muerto del todo. Y no me refiero tan solo a informes empresariales o estudios formales que requieren cada uno de ellos de una técnica y fórmula concretas, si no aquellos mensajes destinados a uno o más interlocutores donde no tan solo importa el mensaje concreto si no “las formas” que escojamos para narrarlo. Vendría a substituir a las antiguas cartas, hoy usaríamos el correo electrónico para mandarlas, pero nada nos impide disfrutar de su escritura y su lectura, nada nos impide seguir degustando el género epistolar.

De Mireia Tremoleda - It belongs to the family archive and it's unpublished, 
Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2662975


El género epistolar se diferencia de la narrativa, el teatro o la poesía porque implica una bidireccionalidad en la comunicación diferida en el tiempo y entre espacios distintos, es decir hay un emisor de la carta que está en distinto lugar y en distinto tiempo del receptor de la misma quién a su vez se convertirá en emisor de una nueva misiva al responder.

Como característica curiosa, comentar que la carta resulta ser un género de “ausencias”, ya que el destinatario o receptor está ausente mientras se escribe la carta, y el remitente o emisor  lo está mientras se lee la misiva.

La carta puede ser utilizada en obras de diversa índole: religiosas, filosóficas, políticas o literarias, y en ámbitos igualmente distintos; público o privado.

Aunque hay otras posibles definiciones y maneras de entender la epístola, tal y como apunta Pedro Salinas en su trabajo "El defensor, defensa de la carta misiva de la correspondencia epistolar", donde postula que, al escribir una carta, su autor, antes que al destinatario de la misma, se dirige a sí mismo:

"Cuántas veces se han dejado caer pensamientos en un papel, como lágrimas por las mejillas, por puro desahogo del ánimo, endereza-dos más que al destinatario al consuelo del autor mismo. Es esta la fonna esencialmente privada de la carta, la privadísima”


https://espanol.clonline.org/noticias/cultura/2019/05/31/pedro-salinas-la-claridad-de-lo-incognoscible#prettyPhoto/0/


El texto epistolar se caracteriza por:

  • Textos escritos en primera persona
  • Se usa la estructura formal de una carta: encabezado, los datos del destinatario, saludo inicial, cuerpo del mensaje y despedida . Puede además incluirse en algunos casos una posdata (PD) que sirve para matizar o incluir algo que se nos haya olvidado mencionar antes de la despedida. Actualmente, si se usa el correo electrónico, el encabezado y los datos del destinatario quedan substituidos por las direcciones de correo, por lo que a parte del saludo inicial, seguiríamos con el cuerpo del mensaje directamente.

 
Bien, pues atendiendo a lo dicho anteriormente, os dejo una de mis Cartas de entre-guerras que espero disfrutéis.


CARTAS DE ENTRE-GUERRAS


 
 
 
Un Lunes cualquiera de 2019

-con las manos sucias de tierra coagulada-

De nuevo a este lado del papel, en un intento mudo de acercarte y de olvidar este reloj de ausencia prematura, donde las piedras han dejado de llorar porque saben de mi hambre de luna y musgo.

Puede que naciera ciega, pero tengo ojos en la punta de los dedos, y en el estante superior de mi cabeza guardo mis relatos de furtiva, el canto de los cuervos y la receta primordial de mis instintos, y justo en la esquina izquierda, guardo también mis sueños, hoy mismo he colocado con suavidad el último réquiem escrito en las hojas de los sauces. Avanzabas como un astro, ningún canto podría haber borrado de tus pupilas el acero y su desmayo, el éxtasis de las manos, la mirada salivante de las nubes queriendo averiguar cuántas muertes guardabas en el bolsillo. Sí, estabas imponente, con tu nombre palpitante corriendo camino abajo, prisionero de la lentitud del sueño. ¿Cómo podría explicártelo? he sentido la agonía del verde, ese verde mutilado traficante de eternidades en mi jardín más triste, tú lucías una lúgubre cabellera negra sustituyendo al cielo en la playa desierta de mi cuerpo, y una confabulación de silencios me perseguía, llevaban en su espalda el perfume del fracaso y la sangre de la tarde, con el vidrio de los ojos haciendo iridiscencias para confundirme. Entonces tú me regalas una hoja lunar, y yo creo de nuevo, creo en la hiedra imposible del desierto, en el cielo y su herida, y en su lengua de noche que no osa oscurecer el mar.

Tengo que ordenar todas estas hojas secas algún día, las releo de vez en cuando y me doy cuenta que no son más que nuestras hijas aplastadas por la vida, demasiado delgadas y sin secretos. Son como sardinas colgando del esqueleto del cielo, sin casi cuerpo, sin casi voz, tiritando entre las llamas del espanto, con las manos sucias de tierra coagulada.

Querido mío, mi hermano, te sueño en el azul que ya sólo vive en los suspiros del viento, ¿sabes? La luz es enfermiza a este lado del infierno. Qué clandestino se me hace tu recuerdo falsificando la plata de cada escama, con el aire envenenando cada branquia, en este exilio de salinas y arena que me llena la boca.

Hace mucho que mi geografía perdió el Norte y llueve sin parar en esta aberración de espacios decapitados. A contra-piel, siento como el azul se desploma y me integra en su caravana fúnebre.

Todas mis ciudades se espesan. Aumentan de talla a cada huella que engullen, y no pierden jamás el hambre en la mirada, dan miedo. Las moscas han tomado el poder, expertas en miserias, con los libros de texto aún bajo el brazo, pululan impunes sobre los restos de una humanidad cánida que se contenta con recordar la melodía de las canicas para no quedarse tan desnuda, tan sola, tan falta de identidad.

Las farolas dormitan mientras los Blues se matan entre ellos, se quedaron sin brújula musical ¿sabes?, todos los que perdimos la fe nos damos cita en esta plaza enferma, tío-vivo de tristezas, y esperamos a que huya la soledad, con su delantal de camarera y su sexo nuevo, que se vaya bien lejos, que aquí nadie la necesita para amontonar todos los minutos de oscuridad que se pueda.

Sí mi querido hermano, siempre nos hemos bastado a nosotros mismos para disfrazarnos de ratas muertas, para eso, no hacía falta ninguna guerra. Yo he quemado todas mis habitaciones, con sus techos y ventanas, y mis dudas se han aliado con el grito de las llamas para poder ser acusadas de alteración del orden público y comparecer así ante el tribunal supremo, donde un dios con las faldas arremangadas se merienda el destino de la humanidad.

Tengo que ordenar todas estas hojas secas, algún día… lo prometo.

Siempre tuya,


MR

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